Lolita de La Salada
Libro prohibido por la dictadura #8 Buenas noches profesor, de Alina Diaconu.
Empecé a leer este libro de Alina Diaconu con mucho entusiasmo, el título Buenas noches profesor, sonaba interesante. La contratapa prometía una novela audaz e inquietante, mencionaba incluso a Lolita, de Nabokov. Resultó siendo un rejunte de todo lo que no me gusta en un libro, empezando por el tono del monólogo interno del personaje principal, lento, repetitivo, a veces hasta absurdo.
“Ha llegado usted a conclusiones fundamentales, científicas, ontológicas, paralelepipédicas, fiordísticas, peristálticas, endocrinológica. Pa-ra-le-le-pí-pe-do. Me gustan las palabras con muchas sílabas, impronunciables, interminables, apabullantes, grandilocuentes.”
La novela se centra en un profesor snob de cincuenta y tres años, casado, sin hijos, que se siente triste y frustrado por su falta de logros académicos. Enseña en una secundaria y le pagan poco. La trama se pone en marcha cuando, después de faltar al trabajo unos días, un compañero lo llama y le cuenta que una alumna de último año preguntó por él.
Del monólogo minucioso que nos narra hasta el más mínimo movimiento y pensamiento del profesor, pasamos a un encuentro con la alumna en un café. El salto es abrupto y nos deja preguntándonos cómo y cuándo la invitó a salir (nunca lo sabremos). La alumna, Mara, de dieciocho años, es flaca, blanca, pecosa, tiene tetas chiquitas y labios lindos, osea cumple a rajatabla con el estereotipo de Lolita (por alguna razón Lolita nunca puede ser fea, pobre, ni madre adolescente). Uno pensaría que al ser la autora una mujer tomaría el estereotipo para darle una vuelta, que construiría el personaje de la chica con carne, cerebro, trauma, algo de profundidad. No es el caso. No sabemos nada de Mara, solo que admira locamente a su profesor.
La historia avanza con otros encuentros entre ellos, siempre en cafés, sin contacto físico, hablando de libros. El monólogo interno del profesor, ahora alegre y esperanzado, se intercala con cuentos escritos por ambos. Los de la alumna aparecen en español neutro, con personajes norteamericanos (supuestamente inspirada por la tele), los del profesor se sitúan en el siglo 19 y son bastante cursis. Así llegamos al final: el profesor intenta besar a la alumna, ella lo rechaza y él acepta el rechazo.
Si algo rescato de esta novela es la construcción del profesor, no como hombre si no como profesor. Encarna perfectamente a cierta clase de persona que cree que solo vale la pena leer clásicos, que denosta a los autores contemporáneos y a otros géneros literarios, como el policial o el terror. La alumna le dice que está leyendo El exorcista y él le responde que eso no es literatura, que no pierda el tiempo. Cuando ella le muestra un cuento él la manda a escribir sobre ella misma, algo que tiene que ver más con el morbo de conocer su vida íntima que con enseñarle algo. Más allá del personaje creo que esto es algo que todavía existe: profesores que ponen la ficción en un pedestal y mandan al alumno que no consideran suficientemente bueno a escribir anécdotas.
Como ya se habrán dado cuenta el libro no me gustó, lo cual no significa que no sea bueno, que ustedes no lo disfruten. Mi valoración es completamente subjetiva y personal. Lo que me parece imperdonable,, ( y no es culpa de la autora), es que se nos mienta en la contratapa. El título también es engañoso: Buenas noches profesor nos hace pensar en un encuentro nocturno, o al menos en una llamada telefónica de noche, cosa que no pasa nunca, la frase ni siquiera aparece en la novela.
Generalmente la dictadura prohibía libros por una de dos razones: el contenido inapropiado o la orientación política del autor. En este caso nos encontramos con una excepción. La autora, después de haber pasado los primeros catorce años de su vida en la Rumania soviética se volvió anti comunista, viviendo en Buenos Aires nunca se metió en política. El contenido, como sabemos, no tiene nada cercano a lo polémico. Creo que fue prohibido únicamente por su contratapa. Un dato interesante es que después de esta censura la autora cambió su manera de escribir, cuenta en una entrevista que se volvió simbolista y metafórica por miedo a ser nuevamente prohibida, pero le terminó gustando ese tono. Gracias a ese nuevo estilo ganó premios, becas, y tradujeron sus libros a varios idiomas. Habrá que leerla en esa otra faceta.